19 noviembre 2009

Para los presos pesados en su propia angustia...


Para la libertad
sangro, lucho y pervivo.
Para la libertad,
mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad
siento más corazones
que arenas en mi pecho.
Dan espumas mis venas
y entro en los hospitales
y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño
y aún tengo la vida.

(Miguel Hernández)

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