El ombligo tenía frío,
la pelusa lo tapó.
Ella tenía hambre
y de ropa se alimentó.
Ella gordita y peluda,
él, pequeñito quedó,
estaban muy a gustito,
siempre a oscuritas los dos.
En nochevieja decían,
que todo se acabaría,
pues la dueña del ombligo,
ducharse le tocaba ese día.
Pero los vió tan tiernos y unidos,
que no se quiso duchar,
mal olería otro año,
pero separarlos, jamás!.
Y así continúa la historia,
del ombligo y su pelusa,
que sigue creciendo en la tripa,
y aparenta una medusa.